26 de outubro de 2010

Tus dedos



...Y recorriste la calle de mis suaves piernas
Con tus manos ardientes y besos de tu boca tierna.
Detuviste tu lengua en mi jardín del placer,
Acariciaste sus hierbas y las mojaste de espuma al amanecer.
Con tus dedos titubeantes te atrevías más
Y, bajo la oscuridad de la recámara, ellos exploraban
El camino caliente donde, perdidos, se demoraban...
Era una búsqueda ansiosa por hallar el tesoro de mi cuerpo,
Que Dios me dio cuando yo nací
Y lo conservé intacto para entregártelo a ti...
Mis jóvenes caderas bailaban frenéticas, tan contentas,
Con la música de tus dedos entre mis piernas.
Tirar de mi pecho un suspiro de gozo intentabas
Antes de, con tu impetuosa daga, traspasarme...
Mi carne se ha estremecido, mis manos se han crispado,
El dolor me ha invadido cuando, cariñoso,
recogiste la rosa de mi castidad...
Después, amoroso, me cubriste con pétalos de flores
Como si fueran iridiscentes mariposas de isósceles alas,
tan puras como estrellas distantes...
Me miraste a mí con tus ojos, brillantes como dos diamantes,
Porque, a partir de aquel instante, nosotros seríamos
Lo que hoy somos, dos irreverentes amantes...

(Maria Hilda de J. Alão)

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